miércoles, 25 de mayo de 2011

Democracia pervertida. Ingenuos, escépticos, hartos, vivos.


Escribo esta nota sin pretensión. No la voy a corregir, ni si quiera las faltas. Más que escribir estoy hablando y es normal que aparezcan los errores. Pero voy a decir lo que pienso, todo obviedades, simples y llanas. Aunque me entren ganas, no escribiré hegeliano, ni posmoderno, ni hijo de puta (aunque haya que decirlo más). Las obscenidades, de uno y otro signo, las evitaré. Porque estoy convencido de que enturbian y casi siempre sirven para demostrar únicamente que uno es sabio, o audaz, o que se cree sabio y audaz. Y yo no soy ni sabio ni audaz. Sólo soy un escéptico. Disculpadme. Es un mecanismo de defensa elaborado por una convicción madurada durante años. Debemos reconocerlo: El capitalismo ha ganado. Está muy bien hecho. No para hacer que el ser humano viva cada vez mejor -que es lo que debe hacer un modelo social elegido por el ser humano- sino para subsistir. Para seguir vivo. Más que un modelo social, es un animal, un ente con vida. O un robot inteligente, una especie de Hal 9.000. Un modelo social que, básicamente, está diseñado para que unos pocos vivan de puta madre y otros mal o muy mal, y cuya mayor virtud reside precisamente en esconder ese objetivo tras otro que está hecho de humo: dotar de libertad a los individuos. ¿Libertad? Y una polla (perdón, pero esto forma parte de mi dialecto: soy de Granada). No es de extrañar que en esta época de esplendor capitalista hayan florecido de una forma tan vehemente la ironía y el cinismo. Son herramientas de su Arte del despiste, su mejor baza, su mejor arma. Donde ha quedado varada la reflexión ideológica, ya inexistente. Juegos de la inteligencia destinada a malcomprendernos, a potenciar el ingenio -lo que parece en principio una virtud de lo humano-, pero que nos ahogan y ponen sobre la mesa el tablero de juego de la autodestrucción.

Cuando echamos un vistazo a la historia observamos que lo que en apariencia ha ido mutando a lo largo de los siglos ha sido la alienación. Había menos en el feudalismo que en esclavismo, y menos en el capitalismo que en el primero. Las cadenas se han ido aflojando. Supuestamente iba a llegar el socialismo para despojar los últimos reductos de alienación, pero fracasó. Tras la globalización del capitalismo, el modelo social se afiló los dientes y dio unos pasos atrás en la historia. Apretó de nuevo las cadenas, pero lo hizo aparentando que las aflojaba. He aquí su gran victoria, basada en la prestidigitación, basada, cómo no, en el espectáculo. Si esto que vivimos es el fin de la historia, la descripción de la historia no sería la de un camino progresivo hacia la igualdad, sino la de un camino progresivo hacia la sofisticación de la desigualdad. Lo importante no ha resultado ser la idea de limar las diferencias entre unos y otros, sino la idea de mantenerlas mientras se fingía que se diluían. (Inteligentes estos bastardos ¿verdad? Bueno, sólo astutos). Eso es lo que ha ido aprendiendo y perfeccionando el sistema, a torearnos cada vez mejor. Al fin y al cabo es un sistema repleto de vendedores de motos. Se basa en eso. ¿Cómo todo ello no iba ser una gran moto de mierda que no funciona y que no necesitamos? Para perpetrar el gran engaño hacía falta vestir todo de modernidad, manipular a la clase media desde la televisión y el espectáculo y venderle la filosofía del consumo para volver a convertirlo en esclavo. Eso no ha sido difícil. De la mano de la publicidad, la clase media ha estado atenta durante décadas a la zanahoria de clase alta que nos ponían delante de las narices. Un Mercedes como punto de llegada, eso es el ser humano. El mismo que hace unos siglos inventaba el teatro, la astronomía y la escultura ahora sólo quiere un Mercedes. Y que lo vean con él por su pueblo. He aquí el objetivo del nuevo ser humano. Y mientras tanto se le hace creer que es libre, que la zanahoria no existe, y que, además, elege a quien vota. Pero ¿A quién vota? A un cazique o a otro. Al que mejor le caiga. O al que menos odie. Porque otra cosa no puede. El modelo no se vota. Es algo religioso. Intocable. Estamos ante un fascismo capitalista vestido con un disfraz de democracia pervertida: sí, el fin de la historia. O el fin del mundo. Ya lo decían los Mayas.

Hay que reconocerlo. Han ganado. Son unos cínicos y nosotros unos pardillos. El capitalismo gana siempre. Soy un escéptico, pero con sentido: si digo todo esto es por la necesidad de tener en cuenta las veces que hemos sido engañados, y hasta convencidos. ¿Qué hacer ahora? Somos menos que ellos y ellos son la libertad, la democracia. Qué fácil les va a resultar mandarnos policías para defender la democracia, eso que tanto ha costado conseguir ¡oh!

El capitalismo tiene una bandera, la de la libertad. Lo permite todo. Todas las ideologías tienen cabida, al capitalismo le gustan todas. Pero no es así. Le gustan todas porque a todas puede sacarles rendimiento. En el momento en que una ideología entra en su juego -en este caso, el terreno de juego de la democracia, que el mismo capital ha pervertido-, deja de ser la ideología que era para ser parte de la ideología del capitalismo. ¿Sólo vemos nosotros la bolita y la rapidez con que mueven los vasos? Sólo hay una forma permanecer y es haciendo que los demás vean la bolita y el juego de vasos sobre la mesa. No tanto -por ahora- propuestas concretas, como hacer que los que piensan como nosotros logren saber que piensan como nosotros. Porque son millones y están aún agazapados. Las propuestas de las asambleas están bien, pero son insuficientes, y además, empiezan a verse raras después de las elecciones. ¿Qué hacen esos todavía allí? Los debates de Radio Banquete me hacen empezar a ser un optimista. La asamblea debe ir a los barrios ya. Pero es aún más importante abrir los ojos de la gente que son nosotros y aún dudan. Pero ¿Cómo se hace eso? No tengo ni idea. Yo no he necesitado nada para hacerlo. Sólo mirar. Vamos a exponerlo con sencillez. He aquí el juego: si no eres demócrata no juegas, dicen. Y si eres demócrata, juegas. Y si juegas, éstas son las reglas: capitalismo puro y duro. No, eso no me gusta, dices tú. Pues eso no se puede cambiar. ¿Juegas o no? Así no, dices. Entoces debes ser una especie de fascista, un intransigente, dicen. Claro que soy un intransigente. La transigencia es el poder del capitalismo, que se ha ido asentando poco a poco en las conciencias gracias a ese monstruo de lo políticamente correcto, otra de las herramientas que le sirven para subsistir. No alcemos la voz, nos dice. Hablemos, nos dice. Y nos lleva a una esquina y nos escucha durante doscientas mil horas y cuarto, asintiendo como un cura complaciente. Hasta que nos entra sueño y nos vamos, hartos, mandándole a tomar por culo, pero sabiéndonos, una vez más, perdedores. Y él educado, paciente, sonríe mientras suspira la superioridad de su cinismo. ¿Ya está? ¿Esto somos? Si esto es lo que se merece el ser humano, el ser humano es mucho menos de lo que pensábamos. Se ahoga con una cuerda que él mismo lleva en las manos. Menudo gilipollas.

¿Qué vamos a hacer? En las asambleas se escuchan buenas ideas, pero hay mucha gente despistada que coge el micrófono para decir que los niños no pueden pasar hambre, y alzan la voz cuando llegan al final, imitando a los políticos, imitando a Beethoven. Claro que no quiero que los niños pasen hambre, pero esas intervenciones me deprimen tanto… por supuesto que estoy ilusionado también. Quiero dejar de ser un misántropo y un escéptico. Quiero dejarlo ¡ya! Pero el capitalismo es tan cabrón, tan audaz… podemos sucumbir de mil maneras diferentes. Y cuando escucho en la asamblea a alguien que se cree que está en un debate de ética del instituto pidiendo que no haya guerras en el mundo ni hambre infantil pienso que esa, precisamente, es una de ellas.

Pd: He leído el texto, pero no corrijo. Cuando la alergia me deja ir a las asambleas normalmente estoy o estornudando o sonándome los mocos. El olivo en primavera es mi capitalismo particular. Había quien no sabía qué significaba el gesto de alzar la mano con un pañuelo. Era la del escéptico que a la vez es un ingenuo y cree. Así es que no corrijo, aunque haya cosas mal explicadas y repetidas. Sea esta mi humilde intervención espontánea ante el micrófono.

Harold Fuckfield

viernes, 13 de febrero de 2009

Vilipendio en el Campus


El País, 9-2-2009
Sergio Kowalski
Londres

El pasado día nueve se produjo un pequeño altercado en el edifico 7 de la Universidad de Oxford. Uno de los alumnos del college escribió al Herald Tribune un mail con una fotografía adjunta de un profesor en activo de la universidad momentos después de que, presuntamente, algunos alumnos de tercero de metafísica hubieran introducido su cabeza en un hoyo. Al parecer, según un fragmento del correo electrónico enviado al periódico inglés por Mathew Vargas, nombrado portavoz del consejo de alumnos, "el profesor John Greditown, adjunto al departamento de filosofía, llegó al aula 37 jadeando y esgrimiendo una hoja como si fuera una bandera. Al principio nadie pudo comprender lo que decía, pero en cuanto recuperó el aliento, explicó a todo el mundo el descubrimiento que había hecho esa madrugada en su estudio: 2 más 2 eran exactamente 4,12. Ninguno de los alumnos nos pronunciamos al respecto y Greditown, arremangado y nervioso, comenzó a escribir su teoría en una de las pizarras. Nadie comprendía nada de aquellos símbolos, pero como el profesor tardó seis horas en exponer con tiza sus reflexiones, y como lo hizo no sólo en las pizarras de varias aulas del edificio 7 sino también en las paredes y los cristales de las ventanas, los alumnos decidimos tras un consejo de nuestros representantes que tuvo lugar en los pasillos y en varias de esas aulas, saltar de alegría y sacar a hombros al profesor Greditown lanzando gritos al cielo. Según esta misma fuente, cuando se hubieron alejado de los edificios académicos unos doscientos metros, en un barrizal situado junto a unos álamos al que se había decidido ir por consenso, "arrojamos al profesor al lodo, quedando pinchado por la cabeza y completamente desconcertado". Un alumno cuyo identidad prefiere no revelar tomó entonces la fotografía al profesor vilipendiado y huyó con el resto de compañeros a las instalaciones académicas. "Cuando conseguí salir de la tierra, los alumnos habían desaparecido" explicó el profesor Greditown en una carta enviada al Herald Tribune dos días después, "pero fue allí, sentado en el suelo, con la cabeza llena de barro, cuando llegué a la conclusión de que aquella felonía respondía exactamente a mi hallazgo: era la prueba física que constataba la matemática descubierta. El preciso correlativo. Algo así no habría podido ser premiado con la lógica anterior. Sólo si 2 más 2 hubieran sido 4 exactamente, yo habría sido galardonado a la antigua usanza. Pero ahora, acabar en el barro, despreciado y humillado, era la prueba del éxito de mi descubrimiento. Por eso, en lugar de irme a mi casa contento, me fui verdaderamente molesto", aclaró el profesor.

sábado, 4 de octubre de 2008

RAGE AGAINST ANTONIO MACHÍN

Todo conocedor de la escena del grop independiente de los años 10 ha oído hablar, a buen seguro, de Rage Against Antonio Machín. Esta banda lapizlázuli nació en el año 01 y durante sus tres años de existencia editó tres prodigiosos álbumes que han pasado a la historia de la música española, por encima de etiquetas. Unos clásicos a la altura de lo que Actares y Baterflay pilou supusieron en los 02.

Tras su separación en 2004 sus miembros entraron en un letargo del que pronto despertarían... El primero en hacerlo fue Rupert (el lúcido creador de las letras) con su nuevo proyecto Ña, ña, ña.

Parte de los otros miembros se embarcaron en una zodiac y se perdieron y la otra parte comenzó a escribir poemas y a extorsionar a los jurados de los premios más prestigiosos de España, consiguiendo así publicar ocho libros de pastas duras.

A principio de 2008 volvieron los de la zodiac, Ña, ña ña cayó en desuso y los poetas se cansaron de lamer, de modo que decidieron volver cantado en un castellano incomprensible que logra fagocitar una multitud de influencias para crear un sonido absolutamente impersonal.

Un gigante versátil y sensible que combina estupendas armonías con guitarras imposibles en su redebut Umpff (2004), 14 temas que maravillarán a aquellos que valoran en su justa medida la imaginación y el talento a la hora de hacer canciones, destruirlas y grabarlas.

En verano participan en el Festival Contempopránea, donde su disco es el más vendido en los stands merced a un directo vital y fresco, curtido a base de continuos conciertos por todo el país.

Alejados tanto de la publicidad como del sentido común, han permitido no obstante, haciendo una concesión de la que quizá se arrepientan, usar este blog para comentarios de sus fans y contratación.

domingo, 14 de septiembre de 2008


MUERE DAVID FOSTER WALLACE,
EL MEJOR ESCRITOR DEL SIGLO





No te olvidaremos nunca.



domingo, 7 de septiembre de 2008


24

Cuando desperté un sol opaco y ojeroso me miraba fijamente sin decir nada. Me resultó inquietante que sonriera débilmente como lo hacía. Parecía que tuviera conciencia y estuviera paladeando la mitad al menos de mis tribulaciones en la tierra.

Me levanté y fui hasta la plataforma imantada del tren. Recogí el bastón y el maletín y caminé por aquel desierto sin dirección. No tenía dolor de cabeza, pero mi cerebro parecía un botijo vacío. Estaba en cierta manera fresco, pero era inútil. Quién era yo o qué hacía allí eran preguntas que obtenían sólo una respuesta: tengo sed. Tenía una sed terrible, me había despertado con la boca pastosa y el sol parecía querer mostrar su poder con lo orgánico convirtiéndome en un ejemplo de combustión espontánea. El cuerpo me abrasaba. Sin embargo la cabeza, gracias quizá a aquel manto que cubría mi cabeza, se mantenía a una buena temperatura. Probablemente permanecer sin memoria y sin reflexión se debiera a un mecanismo de defensa de mi organismo contra el sol, pero puede que fuera un inevitable efecto del cúmulo desorbitado de sustancias que había ingerido en los últimos días. Esta última parte de la reflexión rompió los esquemas de la primera. Yo era drogadicto, recordé.

Me agaché, abrí el maletín y miré en los prospectos la siguiente dosis. Se llamaba Nacional 3 y tenía una muesca roja. Cogí la jeringa de implosión, la rellené con la ampolla y pulsé el émbolo sobre mi brazo con un suave y seco golpe de pulgar. Sorprendentemente, sabía hacerlo. Metí todo en la maleta de nuevo y me levanté apoyándome con el bastón. Con una sonrisa en los labios que interpreté como un desafío al helio, seguí mi camino. No me pregunté nada más. Ni dónde llegaría ni cuándo mis piernas dejarían de responder al movimiento inconsciente de infantería. Caminé y caminé durante horas, sintiéndome cada vez mejor, más liviano y más fuerte.

De pronto la luz del sol comenzó a apagarse. El horizonte contenía un color verdoso y gris. Hacia allí había decidido dirigirme desde el principio con una pizca de sentido común que encontré resbalando por dentro de la cabeza. Las nubes cubrieron la luz, pero un poco antes de que ocurriera, me quité el turbante albanés y me mesé el pelo. Noté que mi cara era áspera y dura, y que estaba muy abombada. Luego palpé la boca del jarro, el pitorro y el asa semicircular. Mi cabeza era un auténtico botijo. Saqué la lengua y la toqué con la punta de mis dedos. Su roma punta se afiló para salir mínimamente por la boca circular hecha de arcilla. Miré mis manos, pero el gesto no obtuvo los frutos que esperaba, pues aunque incliné el cuello, sólo me encontré con aquel horizonte inalcanzable. Levanté las manos y palpé mi nuevo rostro. Sólo tenía un ojo, insertado en el pitorro del recipiente. Lo tapé con un dedo para comprobarlo. El asa no parecía contener ninguna utilidad fisiológica. Serviría sólo para ser transportado, quizá contra mi voluntad. Sin darle mucha importancia al renacimiento facial, seguí adelante.

Colocando la cabeza en una posición natural, miraba directamente al sol recién amortiguado. Para mirar el camino tenía que forzar el cuello tanto como cuando uno intenta inspeccionarse la clavícula con el indefectible gesto de sorpresa o de puchero que brota en los ojos y la boca cuando uno no es un botijo.

Entonces algo me detuvo. Algo que no sabía qué era me detuvo. Yo había sido judío, cristiano y musulmán en diferentes etapas de mi adolescencia, que es cuando uno está más abierto a los placeres de la delegación, pero sólo conseguí rescatar dos ideas del repentino torrente de imaginería religiosa que llegó a la arcilla porosa: Moisés abriendo las aguas y Josué deteniendo el sol.

El sol volvió a salir de las nubes y la tierra comenzó a temblar. Una línea se abrió entonces desde mis pies hasta el horizonte, una línea negra que se fue ensanchando poco a poco, haciendo que la arena y las piedras se filtraran hasta el infierno. En unos minutos la línea se convirtió en un agujero de mil metros cuadrados. Tapé el pitorro con el índice hasta que la polvareda se disipó. Después vi que a mis pies comenzaba un sendero y que el fondo de aquel boquete contenía una ciudad nocturna y una carretera flanqueada por luces.

Era el famoso Underground.

No sé cuánto tardé en bajar aquella montaña. Supongo que un día, aunque me fue imposible hacer ningún tipo de contabilidad al margen de la del sentido común que, estando drogado y tratándose de cuestiones temporales, podía ser completamente inútil.

Cuando llegué abajo tenía las piernas destrozadas, igual que la mano que no sostenía el bastón, la izquierda, con la que me apoyé en la tierra en más de una ocasión en que esquié en lugar de descender caminando. Las luces de las farolas de aquella vía que parecía acabar en la ciudad estaban a unos cien metros del final de la estribación. Me estiré, me limpié la ropa con las manos y caminé con dignidad y prudencia hacia ellas. Girando levemente el pipo pude ver un cielo negro lleno de estrellas. Vi el hueco de donde yo había nacido. Se fue cerrando poco a poco, hasta que el cielo nocturno se suturó por completo, convirtiendo el principio del sendero en pico y fin montañoso. Llegué a una de las farolas. Entonces comprobé que iluminaban un carril de asfalto pintado con rayas amarillas en sus bordes. Alrededor de las luces vi cientos de insectos volando y chocando contra el cristal de las bombillas con entusiasmo.

Caminé hacia la ciudad. Las farolas estaban dispuestas a veinte pasos una de otra por cada lado de la carretera, coincidiendo cada luz con el centro de la distancia que separaban las del lado opuesto. Eran amarillas, potentes la mayoría, con alguna excepción moribunda que rompía la continuidad de mi trayecto de forma interesante y humana. Caminé y caminé por aquella noche infinita y negra, inundada por la fricción de los grillos. Estaba viviendo una experiencia digna de Ulises y estaba siendo consciente de ello. Lástima que también estuviera siendo consciente de la ridícula cáscara que llevaba en la cabeza, y de hasta qué punto convertía aquella aventura insólita a través de dos mundos en la peregrinación de un anormal. ¿Cuándo desaparecería? Es cierto que las cosas, igual que llegan, se van. Ocurre con las alergias primaverales. De repente un día notas la llegada de esa hipocondría y ochenta años después desaparece. Sólo se necesita una cosa, me dije. Un poco de paciencia. Sonreí con la boca arcillosa y permanentemente abierta, e imprimí más ritmo a mis pasos. La ciudad estaría a veinte kilómetros, calculé.

Me giré de pronto, y con una intuición de precisión increíble, apunté mi ojo a una luz lejana que llegaba por mi espalda. No había oído nada, tampoco había visto nada, pero me volví y localicé aquel vehículo que se aproximaba por la carretera. Supuse que las carencias del botijo se suplían con un nuevo sentido que no conocía, pero que podía usar inconscientemente. ¿Qué sería aquello? ¿un tren? No había visto nunca una plataforma ferroviaria tan rara como aquel asfalto gris y grumoso sobre el que caminaba. Parecía un camino antiguo. La luz se acercó hasta unos doscientos metros, y entonces sí pude ver que se trataba de un coche, uno de esos automóviles de cuatro ruedas usados en el pasado por las personas que se transportaban a la playa, a una ciudad, o al lugar donde se perpetraba un atraco. Sólo había visto aquellos artefactos en televisión, pero me eran bastante familiares por los millones de películas que se filmaron en la época en que tanto abundaban. El coche ralentizó la velocidad al detectar mi figura allí parada, esperándoles. Conocía el gesto de felicitación articulado con el pulgar, pero el resto de tics desplegados con los dedos habían desaparecido de la vida cotidiana. Intenté recordar cuál era el gesto que se usaba para hacer la petición de subir a los vehículos. Lo había visto en cientos de Dogvilles y Beethovenes. Alguien caminaba, estiraba un dedo y uno de esos vagones autosuficientes se paraba y lo recogía. Pero ¿qué dedo era? Sabía que el dedo se estiraba y se dejaba a la vista. De ese modo dejaba uno claro que no sólo paseaba, sino que lo hacía porque no poseía un modo mejor de viajar. Dudé entre el pulgar y el corazón. Los dos gestos manuales me sonaban. Quizá sirvieran los dos. Me decanté finalmente por mostrar el dedo corazón de forma frontal, de modo que pudiera ser visible a aquel parabrisas que se acercaba lentamente a mí. El brazo estirado, el puño cerrado y el corazón a la vista, muy recto. Sí, así era, pensé. Y afianzando la postura, aguardé la llegada del coche.

sábado, 3 de noviembre de 2007

A FAVOR DE ESTAR EN CONTRA

Ejemplos de dialéctica contemporánea

Resumen de las opiniones recogidas por messenger de 6 jóvenes españoles*.

Hoy: música electrónica

EN CONTRA: Dicen que estamos en una época decadente. Nuestra historia milenaria llega a su fin, la cultura de occidente se derrumba, y un sentimiento de dignidad la empuja a aniquilarse antes de que otra cultura lo haga por ella: quien se acostumbra a decidir no puede soportar dejar de hacerlo cuando se trata de su propio destino. La música electrónica es el gran ejemplo de cómo nuestra cultura apuesta por el vacío como un modo de asumir su final. Y aunque entendamos a qué responde, es un nihilismo insufrible. Igual que el posmoderno rechaza al ilustrado, la electrónica europea rechaza la tradición de su música melódica, a la que parodia para conformar parte de un asesinato mayor, el de nuestra historia y de nuestra memoria. Pero sigue habiendo gente como yo, que no cree que nuestra cultura deba morir, que no cree que la memoria deba ridiculizarse. Porque esa memoria es lo único que somos. Rechazarla -rechazarnos-, apostar por la autodestrucción, es un ejercicio de cobardía que a muchos se nos hace insoportable.

A FAVOR- Decir que la música electrónica no tiene sangre ni corazón, que es sólo diversión, un hueco absurdo que no deja poso, no sólo es una patraña (pues tenemos a Plaid o Boards of Canada, además de Eno o Badalamenti, ¿o qué creíais que era eso que sonaba en Twin Peaks sino electrónica?). Además es peligroso. Negar que la electrónica sea música es instaurar un fascismo estético. Y destruir la gran regla del juego de la historia, su inercia. La posmodernidad es nuestro sitio, lo queramos o no. Y es un sitio que se dedica, en resumen, a hacer un balance de su predecesora, la modernidad. Es un punto de llegada, donde la historia, al encontrar por primera vez un freno a su objetivo inconsciente (su tendencia al cambio, negada desde la castrante globalización) ha decidido detenerse para leer su propio texto y encontrar la solución al problema que la despoja de sentido. Para corregirlo, llenarlo de tachones, descontextualizar sus frases, tomar notas al margen, reconstruir sus ruinas y volverlas a destruir. Y lo hace con alegría y cinismo, utilizando la fría herramienta de una máquina para parecer -y éste es uno de sus juegos- que es objetiva. Parte de la música electrónica, no toda, es la punta de lanza de esta práctica reelaboradora que la historia nos obliga a hacer. Deberíamos estar agradecidos de que eDIT, Venetian Snares o Aphex Twin se encarguen de ese responsable trabajo arqueológico. Hemos tomado caminos equivocados para llegar a la globalización. Y la electrónica es la metáfora de una reelaboración de nosotros mismos. Echándole un vistazo al mundo, ¿acaso queda otra actitud? ¿acaso queda otra actitud crítica?



* Juan Carlos Pavón, traductor, 32 años, Madrid; Paco Ortega, profesor de secundaria (lengua), 43 años, Granada; David Padierna, creativo de publicidad, 34 años, Madrid; José Blasco, profesor de secundaria (filosofía), 32 años, Valencia; Javier Martín, estudiante y cartero, 25 años, Barcelona.

martes, 25 de septiembre de 2007

ENTREVISTA: ANTONIO ESCOHOTADO

Nuestro amigo Antonio Ortega nos ha hecho un regalo: nos ha cedido lo que a la revista Rolling Stone le sobró de su entrevista a Antonio Escohotado, es decir, lo mejor. Y es que la miel no está hecha para la boca del burro, ni tampoco para las fauces de las zorras. El encuentro fue hace tres o cuatro años (ni él se acuerda), pero ya sabemos que, para según qué cosas, la actualidad dura años, siglos o minutos. Ahí va.

Ha pasado de los sesenta hace muy poco y es un hombre lúcido y afable. Jurista, filósofo y sociólogo, Escohotado ha traducido a Jefferson, Hobbes y Newton, y ha publicado libros tan diferentes como Realidad y substancia, Filosofía y metodologías de las ciencias, Rameras y esposas o Aprendiendo de las drogas, un manual para la ebriedad en el que se describen los efectos de más de cincuenta sustancias. Es al mismo tiempo un filósofo y un aventurero incansable. Hace tres años recibió el Premio Espasa de ensayo por Caos y Orden y está entre los setenta filósofos reseñados en el Diccionario de pensadores del siglo XX. Ha estado en la cárcel por cultivo de marihuana y tráfico de cocaína y ha sido el padre platónico de muchos jóvenes, quizá hasta hoy. En esta entrevista grabada en su casa de Madrid rechaza la globalización, se define neoliberal y juzga ingenuas las teorías marxistas del reparto de la riqueza.


He escuchado que estabas estudiando mucha economía.

Sí, llevo un par de años largos estudiando pensamiento económico.

Y que estabas del lado del neoliberalismo.

Uff, claro. Soy liberal. En teoría económica lo que tenemos es una relación entre medios y fines. No necesitamos ponernos de acuerdo sobre fines -un islámico va a tener diferentes fines que un ateo- sino sobre medios. Y hablando de los medios, que es de lo que hablamos los liberales, toda solución tiene que ser práctica. Tras la crítica a eso que da en llamarse ultraliberalismo, neoliberalismo o liberalismo salvaje está el resentimiento de quienes profesaron un dogma de fe como el comunismo. De repente se hundió el castillo de naipes con la caída del muro, y buscan fórmulas para hacer perdurar ese disparate que es el ideal dogmático de la igualdad. De una igualdad autoritaria, porque a la posición razonable -al culto de la libertad- lo tienen que llamar pensamiento único. Dentro de los liberales se pueden distinguir los anarcocapitalistas, que piden privatizar todo, y quienes combinan libertad con instituciones como la seguridad social o los bancos centrales. Ahí es donde está la duda. Si eres un liberal keynesiano o un liberal anarcocapitalista como Hayek. Creo que estamos en un momento histórico donde Hayek tiene más audiencia y más contacto con la realidad del mundo que Keynes. Pero ambas posturas merecen gran respeto. Lo que no tiene sentido, porque no existe, es la teoría económica marxista. Si lees El capital apenas encontrarás un análisis que no sea puro voluntarismo. Así de claro. Son dos tochos bestiales, y es arbitrariedad tras arbitrariedad. Por ejemplo, el concepto de plusvalía sugiere que el empresario sobra. Pero, cojones, cómo va a sobrar. ¿por qué no funcionan o no crecen las cooperativas? Pues porque falta el empresario y acaban peleándose los cooperativistas entre ellos. ¿Cómo va a ser un factor sobrante el empresario?. Creer eso es un acto de fe, y de grandiosa ignorancia.

¿Pero eso es un disparate hoy día, o es un disparate siempre?

No, lo era desde que lo dijo Marx, hacia 1870.

¿Pero no nos faltará perspectiva para entenderlo?, es decir, ¿no se tratará de que esa ciencia de la historia de Marx en la que el feudalismo sigue al esclavismo, el capitalismo al feudalismo y el socialismo al capitalismo...

Sí, algo que le enseñó Hegel, mi maestro inicial...

...va a concluirse más tarde de lo que se creía?

No es cierto que el derecho sea una superestructura y las relaciones de producción sean la infraestructura. El derecho es la infraestructura del desarrollo. Pero el derecho, no la legislación, en el sentido del par de normas que señala Hume como permanentes y universales: Uno, la propiedad ni se pierde ni se gana por violencia o fraude; dos, los pactos se cumplen, y en caso contrario quien cumple será indemnizado. Allí donde se cumplen estas dos reglas tienes un país rico. Allí donde no se cumplen puede haber muchas materias primas, grandes territorios feraces y hasta algún genio, pero el país es pobre. Pongámonos a producir, almacenar y distribuir sin empresarios, montemos un mundo de empleados exclusivamente: la gigantesca burocracia y el mesiánico líder ligado a ese monstruo no evitarán que esa mano de obra llegue, se siente en su mesa o banco de taller y quiera cada año trabajar menos y cobrar más. La economía no admite voluntarismos simplistas ¡El mundo es mucho más duro! Para qué vamos a beber si tenemos que mear buena parte del líquido?. Bueno, pues así está la cosa. Podría sonar más razonable no beber y no mear. Hemos de tener una visión suficientemente compleja y realista del mundo. No podemos venir a decir quiénes son los malos y los buenos y que todas las víctimas deben ser resarcidas. Eso ya lo propuso Cristo en el Sermón de la Montaña y es un discurso de resentimiento y guerra civil. La bobada marxista, originariamente cristiana, de que el que el rico es rico porque se lo roba al pobre... Pero ¿qué memez envidiosa es esa? Los ricos son los que dan de comer a los pobres. Bill Gates o Henry Ford ¿en qué sentido le roban a nadie?. Se limitan a poner más barato lo que antes estaba más caro. Y esa utilidad que ofrecen la premia el cuerpo social comprando lo que vende. Y haciéndoles ricos. Es así.

Sí, pero Bill Gates ahora va a comprar satélites para adueñarse de Internet, satélites que sólo se puede permitir él. Es como una especie de Doctor No, de Dios monopolizador. Y qué regulará los precios entonces, sino su voluntad.

Pues haces mal en pensar eso. Gates, o Ford, o el señor Birome, que descubrió el bolígrafo y fue el hombre más rico de la tierra durante un tiempo, o el noruego que descubrió el tetrabrik... Todos ellos son benefactores sociales. Cualquier buen inventor que tenga mano para ser empresario va a adquirir posiciones de monopolio. Pero ese monopolio dura poco. Le está pasando a Gates, le pasó a Ford y al señor Birome con el bolígrafo. Es absurdo confundir economía política con teología dogmática. Ya está bien de profesar la fe del cabrero. Bastante cogida está con papel de fumar la situación para venir con simplezas como que los malos son los ricos... ¿Dónde encontramos un sindicato rico dispuesto a subvencionar a otro sindicato pobre?. Dejémonos de sermones y pasemos a hacer investigaciones. San Agustín y San Marx nos dicen que es una maldad querer comprar barato y vender caro. ¿Dónde iremos comprando caro y vendiendo barato?

Pero tú una vez fuiste creyente.

Le perdí el respeto a la religión prontísimo, aunque me interesó mucho la filosofía de la religión. En el colegio me quisieron expulsar dos veces por monstruo blasfemo, que metía sapos en el sagrario.

Yo me refería a otro tipo de credo. Al marxista.

Sí, pero porque había que atacar a Franco y la única facción que parecía capaz de hacerle daño era el PC. Efectivamente, me integré en una célula, repartía Nuestra Bandera y Mundo Obrero, iba a algunas manifestaciones a recibir porrazos... Pero desde el principio, aunque no hubiese estudiado economía, ya me parecía todo aquello de un tosquedad dantesca. Les parecía a mis camaradas un "esteticista," y cuando empezaron las drogas, el sexo y el rock & roll me convertí en un decadente vicioso.

Entonces aquí acaba el proceso de la descripción y evolución de sociedades. El capitalismo es el punto de llegada.

Creí que íbamos a pasar unos años, una década o menos, en que no iba a pasar nada. Pero la verdad es que está todo muy calentito, y de fin de la historia nada. Iberoamérica es un polvorín, como Asia; África está desapareciendo desde el punto de vista de la población humana, la situación en el mundo próspero es muy delicada puesto que va creciendo el fraude y la corrupción en las grandes empresas. La compenetración entre ellas y los gobiernos es muy peligrosa para la estabilidad del dinero. O sea, van a pasar muchas cosas, esperemos que tan suaves como las que han ocurrido en los últimos veinte años, y no tan pavorosas como en los cien años anteriores.

Habría que hablar mucho...

Mogollón.

... estoy de acuerdo contigo, pero no puedo evitar hacer distinciones morales en función del progreso de los pueblos. Ellos están anclados en medievo (para entendernos con ojos occidentales) y hay cosas terribles como el burka...

La venta de las mujeres...

... sí, sí, es terrible, no quiero justificarlos, pero a lo que me refiero es que el progreso, de alguna manera, obliga moralmente. Estados Unidos es el país más desarrollado, la capital del imperio y creo que es normal que se le exija más responsabilidad. Si vemos cómo estaba occidente en la época medieval...

Pues quemando brujas...

... pues por eso, estábamos como ellos ahora. Es como si occidente tuviese la obligación moral de la edad, es el hermano mayor que ya ha pasado por la pubertad y no puede responder nunca con las mismas armas que el adolescente. Y lo hace. Y por eso, aunque el grado de estupidez o de barbarie sea menor, parece más reprochable.

A nosotros nos ha costado cinco siglos de sangre, sudor y lágrimas. Por ejemplo España ha estado a punto de aplastar a los Países Bajos, y los Países Bajos eran el único foco de industriosidad, ciencia y libertades que había entonces en el mundo. De milagro el duque de Alba no acaba con eso. ¿Para qué el progreso y la ciencia?. No, nosotros a la plata de potosí, al cultivo de las armas y la religión. Fíjate lo que ha tenido que pasar, lo que ha tenido que luchar el civismo durante cinco siglos para llegar al hoy. En Asia, en Iberoamérica o en África tienen que hacerlo, pero tienen que hacerlo ellos. Si lo hacemos nosotros se dirá que es ingerencia. Y tampoco podemos tolerar que vengan con algunas costumbres a nuestros territorios, como cortarles el clítoris a sus hijas. Ellos tampoco toleran buena parte de nuestras costumbres en sus territorios. ¿Qué podemos y debemos exigir a esta gente?: Reciprocidad. Decían los latinos: doy para que des, doy porque distes. Si tú das, yo doy, es lo que hay que decir.

Para ti el mal de la sociedad reside en la falta de entusiasmo.

Más bien es el mal de los intelectuales, que finalmente representan a gentuza como inquisidores o comisarios del pueblo, da igual que sean leninistas o nazis, velando por la pureza ideológica de grupos y personas... La sociedad que dejó de creer en los obispos comenzó a creer en los intelectuales que aún tenían cierta talla, como Sartre. Pero hoy hemos llegado a intelectuales tipo Baudrillard, por ejemplo, y los que seguirán, de pensamiento débil, posmodernos, pajilleros mentales que protestan y protestan básicamente porque les hacen menos caso cada vez. Se extinguirán, y me alegro. No son científicos, ni exploradores, ni aventureros, ni vividores. Son simplemente dogmáticos vestidos de no dogmáticos.

He leído que para ti uno de los males de esta sociedad es que dice sí a la tradición y sí a la vanguardia. De alguna forma es la declaración de principios, o una parte de la declaración de principios de la posmodernidad, la unión de tradición y vanguardia. Que en mi opinión es una de las pocas cosas que se salvan de lo posmoderno, de esa filosofía de lo superficial.

No puedo haber dicho eso, porque pienso que todo el trabajo del pensamiento, que es el de la ciencia, consiste en poder decir sí a lo que nuestros antecesores afirmaron con fundamento, y sí a todo aquello que, por prejuicio, ignorancia o debilidad -tecnológica o civilizatoria- dijeron no. Creo que la obra del espíritu es conseguir que el sí se amplíe. O lo has leído mal o estaba mal escrito. Cuando se integran tradición y vanguardia la tradición deja de ser un tópico rancio, y deja la vanguardia de ser una especie de banderita relamida. Se engranará la voluntad de seguir adelante -la evolución- con la realidad inmediata.

¿Estamos peor que con Hipócrates, se han demonizado las drogas lo suficiente para no avanzar en la liberalización del consumo?

No te creas, en tiempos de Hipócrates había relativamente pocas substancias disponibles. Los griegos conocían sobre todo combinaciones, pero hoy hay muchas más. Es como desplazarte en carreta de bueyes o en un BMW:vas evidentemente mejor en el coche, si lo que quieres es ir rápido, sin ruido... El campo de las drogas psicoactivas es uno de los terrenos donde el progreso se ha manifestado de manera más visible. Quizá la prohibición no sea sino la primera asimilación del enorme arsenal de sustancias que la química de síntesis pone a disposición del ser humano.


¿Y la heroína, la gran droga tabú de la sociedad occidental?

Hace un efecto muy sutil y además hay que tomarla 6 o 7 veces para notarlo. Está llena de efectos secundarios como dolor de cabeza, vómitos, naúseas, mareos... Por ser un extraordinario analgésico y euforizante le ha tocado la china de gran monstruo, príncipe de las tinieblas...

¿Y eso que se dice de "coge tu mejor orgasmo, multiplícalo por mil y ni siquiera andarás cerca"?

Falso. Eso viene de Burroughs, es la mitología del yonki. La exageración nace del uso de los opiáceos a partir de la prohibición, que se consolida a finales de los años 30, cuando empiezan a consumirlo grandes intérpretes de jazz, o el mismo Burroughs. Coge entonces la fama de superorgásmica por un lado y por otro la de absolutamente adictiva e irresistiblemente peligrosa... Se mitifica en esos años, pero lo que está claro es que es un extraordinario analgésico y quizá la mejor droga para sobrellevar los achaques de la ancianidad.

Por eso William Burroghs seguía siendo yonki a los ochenta y tantos años.

Dicen que lo dejó al final, y que se hizo alcohólico...


¿Qué piensas de lo de Racionero?

No me parece una acusación de plagio que haya una coincidencia de título con otro libro.

¿Y lo del nobel de Garzón?

¿Nobel de Garzón?, pues no lo sabía... De la paz, imagino. Me cae bien Garzón, salvo cuando se pone de pantalón corto para jugar el partido anual antidroga. El Nobel de literatura está tan desprestigiado que hoy por hoy es casi una ofensa recibirlo. En el siglo XX hay cinco escritores magistrales por encima de todos, que se quedaron curiosamente sin premio: Proust, Kafka, Joyce, Borges y Jünger. Cuando a estos gigantes se les niega, para ofrecérselo a una colección de pigmeos, aceptarlo es empequeñecerse.

Si lo rechazas te siguen dando los millones, ¿quién quiere ir allí si puede embolsarse el dinero sin más?

Es como estos programas de pseudodebate y gallinero en la tele, donde tantos chillan para tomar la palabra y no soltarla. Algunos sólo vamos cobrando, y otros pondrían dinero de su bolsillo por aparecer. Igual ocurre en literatura: hay personajes que persiguen infaigablemente el homenaje, la medalla, la orden del mérito. Mis valores supremos son algo distintos. Primero el cultivo del conocimiento, que puede llamarse también amor a la verdad; segundo la fornicación, el cultivo del amor carnal, y tercero la ebriedad. Si cultivas el conocimiento tienes que hacer pausas, tomar distancias, perderte para estar menos extraviado. Pero todo debe llevarse a cabo con amor propio, con una culta autoestima que permita no naufragar. Porque si el primer día que sales con el barquito te hundes, tampoco es plan. No hay que vivir hasta los cien años, pero sí prolongar la vida para disfrutarla mínimamente. Para pensar con profundidad es necesario acumular experiencia.

Dicen que antes de los treinta años hay grandes matemáticos y poetas. Y que a partir de los treinta surgen los grandes novelistas y filósofos.

Lógico, porque los matemáticos -y los poetas hasta cierto punto también- están tratando con elementos y substancias simples. Pero la novela o la filosofía, las ciencias humanas, tratan con substancias complejas. Y esa complejidad es el resultado de la acumulación de estratos que el propio tiempo va arrojando. Antes tenía más memoria y capacidad estructurante, pero no tenía capacidad para ver lo uno, lo otro y lo demás, como dijo Platón. Lo demás viene con la edad. Antes estás en la elementalidad de lo uno o lo otro, o uno o cero, como en los sistemas binarios. Para captar el matiz es necesario ser como el búho, que sólo despliega sus alas al caer la tarde. Metido en este barrio urbano de mala muerte, para multiplicar el espacio doméstico duermo cuando los demás se mueven y despierto poco antes de que se vayan a dormir. Así tengo tiempo para leer, pensar o tocarme las narices.

A mí me ocurre algo parecido, prefiero la noche, pero todo el mundo me habla de los biorritmos y de que es mejor vivir de día.

Sí, pero eso es cuestión de creértelo o no creértelo. ¿Tú estás casado?

No.

¿Y vives solo o con alguien?

Solo.

Entonces es muy distinto. Si vives con alguien y sobre todo con niños, hay tal algarabía que debes protegerte. Podría hacerlo al revés, levantarme a las cuatro de la mañana y trabajar hasta que se levantaran los demás... Tengo 6 hijos y todos salvo uno se han criado a mi alrededor, de modo que he tenido que inventar métodos para sobrevivir: antifaces, tapones de cera, pastillas para dormir cuando se ponen pesados...

¿Qué piensas del cultivo hidropónico, con luz artificial y sistema de riego automático?

El error se paga mucho más caro que a cielo abierto. Una maceta de geranio puedes dejar de regarla unos días, y seguirá viva. Pero una planta hidropónica, si no la cuidas bien, si le pones un poco más de nitrógeno, de potasio o de fósforo se te muere en pocas horas... Como es alta tecnología, el rendimiento es mayor y también el riesgo de quemar la planta. Hay momentos en que crece diez centímetros diarios. Te sientas un par de horas delante de ella y ves cómo sube. Es prodigioso si usas la luz correcta, la semilla correcta y los nutrientes correctos... Será una marihuana superior a todo el hachís que hayas fumado. Y o bien la vendes o te la fumas. Los equipos son hoy baratos, en comparación con lo que costaban hace algunos años. Dones de la libre competencia.



martes, 11 de septiembre de 2007

A FAVOR DE ESTAR EN CONTRA

EJEMPLOS DE DIALÉCTICA CONTEMPORÁNEA (II)


Fútbol en la sopa

en contra- Ya lo dijo Def Con Dos: seguimos bajo el mismo yugo del panfleto de Atenas. Pan y circo. El fútbol es el circo contemporáneo. Y el pan, los curros de nueve horas al día y mil euros al mes. No hemos avanzado nada desde los griegos, es evidente. Ellos pusieron los cimientos de una civilización que esperábamos mejorar con la evolución en la historia. ¿Parece que hemos mejorado? Sólo hemos cambiado ciertos nombres y aderezado la realidad con una apariencia de progeso. El fútbol es hoy, como lo fue el circo romano en su momento, la distracción para el pringado hombre libre a quién le conviene no pararse a pensar en qué consiste su vida. Porque, básicamente, es una tomadura de pelo. Cierto que los que saltan al ruedo no mueren, ahora ganan dinero. Pero el espectador, la inmensa mayoría, se ha quedado igual que con Pericles. Ellos, mileuristas, pagando con su propia alienación los millones que cada gladiador y cada representante de gladiador ganan al día.

a favor- No se puede estar en contra de lo que somos. Que nos guste más o menos, carece de importancia. ¿Se puede estar en contra de que los seres humanos tengan pies en lugar de manos después de los tobillos? El fútbol es una pasión. Sin más. O te gusta o no te gusta. Y si no te gusta da igual, sigue estando ahí. No hay más que decir porque es imposible. Ahora, eso sí, esa pasión tiene muchas más lecturas de las que parece tener. Cuando yo entro en un estadio tengo la impresión de estar embarcando en una nave gigantesca anclada en medio de una ciudad, un barco hecho de piedra gris que se hunde y hace aguas por el centro. Allí, en la piscina verde y rectangular, intentan sobrevivir veintidós nadadores mientras el resto de los náufragos gritan subidos a los mástiles, animando a que los suyos se hagan con el cofre vacío. Un cofre que es la encarnación de la metáfora moderna, el tesoro laico sin misterio divino. El fútbol es el combate por un objetivo estéril que se ha dotado de carácter. Lo que antes era grial ahora es balón. Sin lucha ya con nada que supere al ser humano -excepto su propia desidia y su propio aburrimiento-, el fútbol, como la religión, enseña al hombre lo que posee: su pequeña condición de nada viva.



* Juan Carlos Pavón, traductor, 32 años, Madrid; Manolo Ortega, profesor de secundaria (lengua), 43 años, Granada; David Padierna, creativo de publicidad, 34 años, Madrid; José Blasco, profesor de secundaria (filosofía), 32 años, Valencia; Javier Martín, estudiante y cartero, 25 años, Barcelona.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Nuevo mesianismo

El profesor corrió por el bosque con la noticia escrita en un papel y llegó al instituto jadeando y esgrimiendo aquella insólita solución como si fuera una bandera. Al principio nadie pudo comprender lo que decía, pero en cuanto se bebió el ponche que el bedel le acercó a los labios, explicó a todo el mundo el descubrimiento: 2 más 2 eran exactamente 4,12. Nadie dijo nada y el profesor, arremangado y nervioso, comenzó a escribir su teoría en una de las pizarras. Nadie comprendía nada de aquellos símbolos, pero como el profesor tardó seis horas en exponer con tiza sus reflexiones, y como lo hizo no sólo en las pizarras del centro sino también en las paredes y los cristales de las ventanas, todos saltaron de alegría y lo sacaron a hombros del instituto lanzando gritos al cielo. El profesor sonreía, entre azorado y feliz cuando llegaron a un barrizal. Los alumnos arrojaron entonces al pobre profesor al lodo, que quedó pinchado por la cabeza y completamente desconcertado. Cuando consiguió salir de la tierra, los alumnos y profesores habían desaparecido. Sentado en el suelo, con la cabeza llena de barro, llegó a la alegre conclusión de que aquella felonía respondía exactamente a su hallazgo: era la prueba física que constataba la matemática descubierta. El preciso correlativo. Algo así no habría podido ser premiado con la lógica anterior. Sólo si 2 más 2 hubieran sido 4 exactamente, el profesor hubiera sido galardonado a la antigua usanza. Pero ahora, acabar en el barro, despreciado y humillado, era la prueba de su inteligencia, de su éxito. La lógica había mutado. Por eso él, en lugar de irse contento, se fue a su casa verdaderamente molesto.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

¿De quién habla Raymond Carver?

Tengo un amigo peculiar. Para empezar es escritor, aunque últimamente sólo se dedica a hacer versos. Para empezar habría que decir que es un buen escritor, no sólo escritor. Aunque es muy inteligente, y quizá eso le reste un tanto de libertad a los textos que escribe. Y no me entiendan mal, es experimental muchas veces. Y acierta muy a menudo. Aunque su experimentación siempre está cohartada por una lucidez demasiado consciente de estar siendo novedosa. A eso me refería. Y eso impregana a su literatura con una pátina de corsé que podría definirse como de audacia continuamente atenta a las audacias. Es como si mi amigo cogiera sus textos de los pies mientras los hace para ponerlos en el suelo, su lugar. Lo malo es que no sabe qué decirles al verlos a su altura. No sabe si reprenderles o pedirles perdón por la agresión.

Mi amigo peculiar se conduce de manera peculiar por la vida. Por ejemplo, camina encorvado por su propio pasillo. Siempre he pensado que una característica peculiar de los hombres humildes es lo rectos que caminan por la calle y lo encorvados que lo hacen en sus casas. No sé por qué, pero creo que en esta última observación está la respuesta a toda su literatura.

Raymond Carver

lunes, 3 de septiembre de 2007

Falta de estilo

Uno de los más acuciantes problemas de la sociedad contemporánea es la falta de estilo. Tarantino, que es de los pocos que se pueden salvar de esta afirmación, asegura que el robo, como cita, legitima la supuesta creación ya que todo está hecho. Es la gran premisa posmoderna, que nos otorga a los vivos un papel bien triste en el párnaso de la historia. Pero es un papel, al menos. Lo que de verdad amarga es entender que ese papel menguado por la saturación creativa ni siquiera es público. Lo poco que deja la historia siempre lo devoran las hienas. Los buitres nos quedamos sólo con el espectáculo de la carroña, a debida distancia. Si es usted un don nadie, como yo, no le servirá de nada la arquelogía. Lo pude comprobar hace años, cuando trabajaba en la oficina de una empresa de cuyo nombre no quiero acordarme. Era una oficina gris alumbrada por lámparas fluorescentes, de esas que dejan con el tiempo la típica tez de tortuga a quienes tiene el honor de iluminar de ocho a seis y de lunes a viernes. Yo allí me aburría y me deprimía. Sólo me llevaba bien con Margarita, la secretaria. Me hartaban las frases de mi jefe, que eran siempre la misma: dale una vuelta. Lo que escribía nunca estaba del todo bien. Como si hiciera churrascos en una cocina, siempre tenía que darle vueltas a los textos, pulirlos, mejorarlos. Una vez escribí un texto y decidí darle una vuelta por mi cuenta. Se lo di a mi jefe y me dijo: dale una vuelta. Después le entregué el primer borrador y se quedó tan contento. Decidí cambiar mi estilo, más bien copiar alguno que alternara bien con los desmanes de aquella luz fría con ojeras y de aquellas frases huecas y obsesionadas con la rotación. Me decidí por el gran Humphrey Bogart, quizá para ganar seguridad y eliminar de mis textos esa necesidad revisionista. Pero nadie me entendió, y mi jefe, menos. Una mañana llegó a mi mesa con un montón de papeles. Antes de que abriera la boca, dije: nunca hablo de negocios antes de desayunar. Alzó la voz y me amenazó con una subordinada condicional. ¿De veras?, pregunté irónicamente, moviendo un palillo de dientes entre mis fríos labios. Aquella misma tarde mi jefe me había firmado el despido. No lo había comprendido. Me llamó a su despacho y me tendió el documento definitivo, con el finiquito incluido. Lo leí. Y se lo lancé. El papel cayó de forma muy elegante sobre su mesa, dando estupendos giros. Dale una vuelta, dije. Y me marché de allí, ajustándome el sombrero y sonriendo a Margarita.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Tony Soprano, o el silencioso lenguaje de los peces


¿Por qué nos gustan tanto las películas de mafiosos? Porque representan el único sueño americano. Nos decían que debíamos soñar con ser una marioneta de los medios, trabajar de sol a sol, comprar lo que ellos nos vendían. Lo decían sin decirlo, claro. Ya nos hemos dado cuenta de la trampa, aunque sospechábamos desde hace tiempo: un sueño nunca tiene una estructura fija, no tiene premisas, y menos, descritas desde afuera. En un verdadero sueño, siempre que tengamos la suerte de coger las riendas, se persigue saciar el deseo. A toda costa. La inmoralidad del vehículo para conseguirlo se perdona siempre: es el individuo el único que juega consigo mismo. En la realidad comenzamos a verlo de un modo parecido: lo inmoral empieza a resbalarnos. Si el estado posmoderno, ausente pero heredero del moderno de Hegel, nos tima, nosotros timamos al estado. En este nuevo terreno donde el juego está pervertido desde la federación, Soprano puede llegar a ser algo así como un nuevo libertario.

Ron Hawtin, DHK Magazine.



(NOTA: no sigas leyendo si piensas ver la sexta temporada de la serie).


Acaba de emitirse en Estados Unidos el último capítulo de la serie Los Soprano. Después de 86 episodios, la monumental obra de David Chase llega a su fin con un controvertido último episodio. Al final nadie sabe si a Tony Soprano, líder del clan mafioso de Nueva Jersey, lo han cosido a balazos o no. Dicho en el particular argot italoamericano: si sigue manejando el sindicato de la basura o ha terminado durmiendo con los peces.

Y lo mejor de todo es que no importa. Aunque no todo el mundo está de acuerdo, claro. El último capítulo de la serie fue el más visto de la historia televisiva de Estados Unidos. Más de 12 millones de personas se sentaban frente a la pantalla, con la tensión presionándoles el estómago. Al finalizar, miles de llamadas colapsaban la centralita de la cadena de pago HBO: eran clientes exigiendo que se les devolviera su dinero. Tras ocho años siguiendo la vida de un extorsionador de Nueva Jersey, el último capítulo dejaba en la boca de miles de espectadores el amargo sabor de una tomadura de pelo. Después de que unos guionistas les permitieran espiar sus movimientos durante ochenta horas de metraje (todo un lujo), se les niega un desenlace. Pero ¿es verdaderamente así? ¿se les ha negado?


Habría dado igual, en cualquier caso, lo importante de una historia es casi siempre lo que no se cuenta. Ahí radica, entre otras, la virtud de esta serie que es para muchos la mejor obra televisiva desde el Twin Peaks de Lynch. Plagada como está de cabos sueltos que se encuentran al cabo de los episodios, de metáforas descritas con miradas, ajustes de cuentas tácitas, diálogos no dichos, la serie avanza por la senda de la mejor literatura moderna, esa que nos alimenta desde Chejov. Llegados a este punto ya deberíamos saber, por ejemplo, que la foto del dorso de una mano esconde todas sus líneas, lo cual no implica que no las tenga la mano y que no las enseñe la foto. Entonces, ¿ha sido verdaderamente así? ¿han sido engañados esos espectadores?


Algunos habrán dejado ya de leer este artículo por miedo a perder la emoción de la sorpresa. Que no se preocupen. Chase da fin al clan, pero el espectador decide en última instancia. “El final abierto es un tributo a los seguidores de la serie, ellos aportarán su particular visión”, explica Chase, “no he pretendido ser audaz, ni reírme de nadie”. Chase es humilde, pero tiene admiradores audaces que no tienen necesidad de ser humildes y que han avisado, a quienes quieran saber, que puede no estar tan abierto ese final. Sólo hay que estar atento al movil de campanillas de la puerta en la última escena del episodio “Made in América”. Una escena que, por cierto, ha copiado Hilary Clinton para su campaña política, aprovechando el tirón mediático de la Familia.


Si algo he destapado es que, aparentemente, no hay catarsis. Porque a pesar de lo dicho -un hallazgo más a la lista-, Los Soprano no se puede destripar. Es imposible. Al menos en el primer visionado: los fieles seguidores de la familia tendrán que volver atrás una y otra vez en esa gran escena del restaurante de aritos de cebolla. Estudiar los planos, medir movimientos. Y cuando entiendan, otorgar aún el beneficio de la duda.


En la narración, como en la vida del hampa, hay que ser preciso. Y arriesgado. Como repite Anthony Soprano en uno de tantos diálogos con los que intenta justificar su heterodoxa manera de ganarse la vida: “Sin riesgo no hay beneficio”. Este principio lo ha llevado a la práctica el director y guionista David Chase al escribir este final, influenciado, como todos nosotros, por la particular moral de su propio hijo, Tony Soprano. Este personaje de sencillez compleja, extraordinariamente interpretado por James Gandolfini, es quien ha ganado la partida de la historia, obligando a su propio creador a escribir las cosas con su estilo. Soprano ha enseñado a Chase a hacerlo como nunca su sobrino podría haber soñado. Después de ocho años de aprendizaje, el creador de la serie se ha detenido un momento, lo justo para pensar el movimiento, para medirlo. Después ha disparado.

viernes, 31 de agosto de 2007

A FAVOR DE ESTAR EN CONTRA

EJEMPLOS DE DIALÉCTICA CONTEMPORÁNEA (I)


minorías marginadas

a favor- Las minorías se marginan por derecho, para no mezclarse y diluirse con el resto. La única forma que tienen las culturas de sobrevivir a La Cultura dominante es apartándose de ella. Si no hubiera bares y discotecas gays, los gays tendrían muchos problemas para conocerse entre ellos. La literatura de mujeres no es sino el trampolín para el desarrollo de una sensibilidad que, sin ella, se dispersaría. Los ecuatorianos, chinos o magrebíes de Madrid eligen sus calles en Lavapiés para no sentirse extranjeros en su barrio. ¿Qué habrían hecho hace unos años algunas bandas independientes en España sin Subterfuge? La marginación es, hoy por hoy, el único asidero para la identidad.

en contra- Estoy completamente en contra de marginar a las minorías. Los gays en Madrid se van a Chueca, la literatura de mujeres tiene su espacio editorial, todo eso es verdad, pero todo eso sirve sólo en apariencia. Porque lo que se consigue al final con los espacios marginales es condenar a las minorías que los habitan a seguir estando al margen, a no contar entre los ciudadanos “normales”. Mezclarnos, diluirnos, es lo que nos queda a todos. Un ejemplo de voluntad por la marginación lo encontraríamos en lo que un sector de los ciudadanos vascos quiere para ellos y su tierra. Y eso, antes que preservar una cultura, lo que está haciendo es matarla, o al menos mutarla. Éste es el siglo de la ruptura de las fronteras, del mestizaje. Y no se puede vender esa postura aislacionista como una resistencia al imperio globalizado, sino como la postura reaccionaria que a la larga acabará por devolvernos a los callejones sin salida del siglo XX. Nos quedarán muchas cosas por arreglar si acabamos con esa inercia por llevar al extrarradio la diferencia. Pero un negro, un chino o una lesbiana serán sólo, y de una vez por todas, ciudadanos.

Resumen de las opiniones recogidas por messenger de seis jóvenes españoles: Juan Carlos Pavón, traductor, 32 años, Madrid; Manuela Ortega, profesora de secundaria (lengua), 43 años, Granada; David Padierna, creativo de publicidad, 34 años, Madrid; Blanca Bonora, profesora de secundaria (filosofía), 32 años, Valencia; Javier Martín, estudiante y cartero, 25 años, Barcelona.