martes, 11 de septiembre de 2007

A FAVOR DE ESTAR EN CONTRA

EJEMPLOS DE DIALÉCTICA CONTEMPORÁNEA (II)


Fútbol en la sopa

en contra- Ya lo dijo Def Con Dos: seguimos bajo el mismo yugo del panfleto de Atenas. Pan y circo. El fútbol es el circo contemporáneo. Y el pan, los curros de nueve horas al día y mil euros al mes. No hemos avanzado nada desde los griegos, es evidente. Ellos pusieron los cimientos de una civilización que esperábamos mejorar con la evolución en la historia. ¿Parece que hemos mejorado? Sólo hemos cambiado ciertos nombres y aderezado la realidad con una apariencia de progeso. El fútbol es hoy, como lo fue el circo romano en su momento, la distracción para el pringado hombre libre a quién le conviene no pararse a pensar en qué consiste su vida. Porque, básicamente, es una tomadura de pelo. Cierto que los que saltan al ruedo no mueren, ahora ganan dinero. Pero el espectador, la inmensa mayoría, se ha quedado igual que con Pericles. Ellos, mileuristas, pagando con su propia alienación los millones que cada gladiador y cada representante de gladiador ganan al día.

a favor- No se puede estar en contra de lo que somos. Que nos guste más o menos, carece de importancia. ¿Se puede estar en contra de que los seres humanos tengan pies en lugar de manos después de los tobillos? El fútbol es una pasión. Sin más. O te gusta o no te gusta. Y si no te gusta da igual, sigue estando ahí. No hay más que decir porque es imposible. Ahora, eso sí, esa pasión tiene muchas más lecturas de las que parece tener. Cuando yo entro en un estadio tengo la impresión de estar embarcando en una nave gigantesca anclada en medio de una ciudad, un barco hecho de piedra gris que se hunde y hace aguas por el centro. Allí, en la piscina verde y rectangular, intentan sobrevivir veintidós nadadores mientras el resto de los náufragos gritan subidos a los mástiles, animando a que los suyos se hagan con el cofre vacío. Un cofre que es la encarnación de la metáfora moderna, el tesoro laico sin misterio divino. El fútbol es el combate por un objetivo estéril que se ha dotado de carácter. Lo que antes era grial ahora es balón. Sin lucha ya con nada que supere al ser humano -excepto su propia desidia y su propio aburrimiento-, el fútbol, como la religión, enseña al hombre lo que posee: su pequeña condición de nada viva.



* Juan Carlos Pavón, traductor, 32 años, Madrid; Manolo Ortega, profesor de secundaria (lengua), 43 años, Granada; David Padierna, creativo de publicidad, 34 años, Madrid; José Blasco, profesor de secundaria (filosofía), 32 años, Valencia; Javier Martín, estudiante y cartero, 25 años, Barcelona.

3 comentarios:

ernesto dijo...

Yo preferiría ser futbolista sin prosa antes que ser periodista en el banquillo. Su análisis, aun siendo brillante, queda incompleto. No es sólo una metaforización bélica, alberga también un ideal de belleza, de consumación, de plenitud, en virtud del cual el fuerte debe doblegar al débil pero no de cualquier modo, sino mediante un código compartido por ambos contendientes y también por los que observan. La eficacia y el pragmatismo, pilares de la supervivencia, se visten de estética y armonía, y la guerra de trinchera deviene en guerra de sexo. Dicho esto, me marcho a romper crismas, pues queda hora y media para el partido de esta noche y no me siento capaz de canalizar mi furia tribal.
Maldita inherencia humanoide.

Javier Abdel-Malek dijo...

Creo que sigue siendo la misma metáfora bélica. Lo que pasa es que despojada de realidad, hecha simulacro y pacto, se magnifica. Y está bien que así sea, o al menos, mejor. Pero si eres nietzscheana no te reconforta tanto porque asume la dialéctica como tablero de juego de la historia o de la metafísica: dos luchan y uno gana y pasa a la historia. Viva la diferencia (en cursiva y en términos del bigotudo, no se me malinterprete) y viva Apolo, pero sobre todo, Dionisos.
A pesar de todo, a mí me gusta el fútbol, que conste. Pero más el baloncesto.
Gracias, e, y saludos.

Anónimo dijo...

A mi me gusta el pin pon